David Ellefson quiere reconciliarse con Dave Mustaine antes del adiós definitivo de Megadeth

¿Será posible que una de las historias más legendarias del thrash metal termine en abrazos y reconciliación? Justo cuando Megadeth apunta hacia el telón final, David Ellefson tira la bomba y demuestra que aún queda esperanza para una despedida, no solo épica… sino cargada de humanidad y viejas deudas por saldar. ¿Reunión a la vista o simple nostalgia? Preparaos, porque viene polémica.

David Ellefson lanza un salvavidas: ¿adiós definitivo o vuelta inesperada?

Para quienes creen en las vueltas imposibles: David Ellefson, bajista fundador y eterno segundón ilustre de Megadeth, rompió el silencio. En su propio podcast, dejó caer semejante perla: ni rencores eternos ni portazos definitivos. El bajista, exiliado en 2021 tras un escándalo que las redes sociales convirtieron en festín, manda ahora un mensaje claro – y alto: “No quiero que esto acabe con mal sabor, aún hay cosas que decir… y tocar”.

Con la sobriedad de quien reconoce que el tiempo apremia, Ellefson asume su bloqueo con Mustaine (más de cuatro años sin hablar). Pero lanza el órdago: “Si me llama, levanto el móvil. Nunca he sentido que Megadeth me quedara grande”. Directo, sin rodeos, aunque no falte ese zarpazo clásico: parte de las luchas internas – según él – vinieron de fuera. ¿Quién no ha visto a los medios hinchar peleas para subir audiencias?

Una historia de rupturas… y regresos inesperados

Ellefson y Mustaine: una pareja, o un matrimonio de esos que pasan por la boda, el divorcio, el reencuentro tras años… y terminan volviendo a discutir por lo mismo. Desde 1983 juntos, con separaciones tan sonoras que ni la saga Star Wars se le compara: primer adiós en 2002, regreso triunfal en 2010, y en 2021, otra vez la tormenta perfecta. A Ellefson lo largaron por culpa de unos vídeos privados, y él nunca lo ha visto justo: “Se podía haber hecho diferente”, repite aún.

Pero más allá del morbo y el chisme, el bajista defiende lo suyo: Megadeth nunca fue solo Dave Mustaine, y nadie puede negarlo. Incluso apunta alto y recuerda a Black Sabbath – los papás adoptivos del metal pesado – despidiéndose todos juntos, cerrando capítulos con la dignidad que se merecen los grandes. ¿Por qué Megadeth habría de hacerlo distinto? Ellefson, como quien se niega a irse del todo, pide respeto por esa familia rota que, en el fondo, ayudó a escribir historia.

Megadeth: ¿últimos compases o un “hasta luego” traicionero?

Con la maquinaria en marcha para despedirse a lo grande, Megadeth está cocinando ese “álbum final” que ya tiene año de salida: 2026. La producción está en manos de Chris Rakestraw y suma piezas nuevas y viejas, como James LoMenzo (bajo) y Teemu Mäntysaari en la guitarra solista. Y una gira mastodóntica en el horizonte, con promesas de Mustaine para que sea una auténtica celebración… aunque sin mencionar a ex miembros. Silencio incómodo.

Por su parte, Ellefson deja la puerta abierta, no tanto para volver a hacer las paces en el backstage, sino – al menos – para cerrar la herida en directo, con la banda y frente al público. Como si el círculo de los pioneros del thrash necesitara, tras décadas de líos y lesiones de egos, un último riff juntos antes del telón. “No hace falta salir de copas otra vez… pero al menos, poder decirse adiós”. Rotundo, sincero y, sobre todo, muy humano.

¿Volverá Ellefson? ¿Saltará la chispa de la reconciliación?

  • La tensión, como en toda buena saga rockera, se puede cortar con cuchillo. ¿Sabremos en 2026 si Megadeth será capaz de un reencuentro a la altura de las leyendas o caerán en la típica despedida a la americana: fría, contractual, llena de postureo?
  • Por ahora, la bola está en el tejado de Mustaine. Pero, seamos honestos: el verdadero metal, más allá del doble bombo y los solos industriales, es también cuestión de cicatrices y de redención. A veces no hay mejor escenario que el último para gritarse verdades y compartir un último solo salvaje.

El tiempo corre. Las sombras de Megadeth son largas, pero mientras haya riffs por afilar y amistades por recomponer, ningún final está del todo escrito. Y los fans, en España, Latinoamérica o donde truene el amplificador, lo sabemos muy bien: en el rock (y en la vida), el último aplauso nunca es realmente el último. ¿O sí?

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