El consejo de Lars Ulrich que todo joven músico debería escuchar


¿Te has parado a pensar cuántos sueños se estrellan por culpa de la mentira más cruel y silenciosa: la que nos contamos a nosotros mismos? Los ídolos no caen del cielo; se forjan con sangre, sudor y, sí, una honestidad brutal… incluso con las propias debilidades y anhelos. Lars Ulrich, corazón y metrónomo incansable de Metallica, lo dejó clarísimo en el reciente Mill Valley Film Festival, lanzando dardos de realidad a los jóvenes músicos, a quienes ningún algoritmo ni masterclass online les va a salvar el pellejo.

El tiempo, ese villano inevitable… y la verdad incómoda

Hay una obsesión moderna con el “éxito exprés”, como si bastara con un viral y un look peleón para conquistar la eternidad. Lars, curtido en mil giras y con más décadas sobre los escenarios que años muchos artistas en la vida, desmonta esta tontuna con una palmada en la mesa: el talento sin trabajo es pura fantasía. Lo de las 10.000 horas no es un cliché: es el precio mínimo de entrada.

“Agárrate fuerte, aprieta los dientes y métete de verdad” parece decir Ulrich cada vez que resuena su doble bombo por los estadios. Da igual si quieres tocar por pasión, hambre de aplausos o sueños húmedos de billetes: lo fundamental es que no te engañes. Porque la peor traición es la autoindulgencia disfrazada de vocación.

La lucidez y la crudeza: ingredientes para sobrevivir al naufragio

Ser sincero contigo mismo suena facilón hasta que te enfrentas al fracaso, a la fatiga, al rechazo sistemático. Ulrich lo escupe sin filtros, porque Metallica no llegó al Olimpo del metal por “caer simpáticos”: llegaron por resistir la tormenta y morder el polvo sabiendo quiénes eran.

La honestidad no es postureo para entrevistas, sino gasolina para seguir creyendo cuando nadie apuesta. Si haces música buscando aprobación y no lo reconoces, te quedas a medio camino. Si es por dinero, dilo. O si quieres cambiar el mundo, escríbelo en la frente. Pero no te cuentes trolas y luego llores porque el espejo no devuelve la imagen de una superestrella.

La manada Metallica: filosofía, furia… y la eterna conexión fan

Aquí viene lo que irrita a los cínicos y conmueve a los fieles: Metallica nunca dejó de ser “fan”. Muchos se llenan la boca con la “hermandad”, pero Lars lo convirtió en la doctrina del grupo. Lo confiesa sin rubor: se ven reflejados en el público, sienten la misma descarga bajo la piel que cuando eran chicos flipando con un disco nuevo.

El documental Metallica Saved My Life es una radiografía emocional de esa conexión salvaje y colectiva. Voces anónimas de todo el mundo narran cómo los riffs y los gritos de Hetfield les devolvieron las ganas de luchar tras hundirse. No es exageración: el heavy a veces ha sido lo único que tiene sentido en una vida rota. Hay conciertos que huelen a pólvora y a redención, a sudor, a colisión de almas buscando algo más grande que sí mismas.

El pulso no tiembla: Metallica en 2025, el dragón sigue rugiendo

Mientras otros caen en la irrelevancia, Metallica sigue llenando estadios inmensos y pisando escenarios sin apoltronarse jamás. Próxima parada: Dreamfest en San Francisco, antes de poner rumbo a Australia y continuar con la brutal gira M72 World Tour. Cuarenta y pico años de batalla y la máquina no da señales de fatiga; Ulrich y los suyos siguen siendo la columna vertebral de una tribu global que no quiere saber nada de retiros ni nostalgia prefabricada.

Esa es, al final, la verdadera enseñanza: la autenticidad no caduca, ni se vende en vinilo de edición limitada. Puedes esconderte detrás de modas, excusas o “lamentos de la industria”, pero el rock (el de verdad) te exige poner las cartas boca arriba y dejar el alma al desnudo. Si no eres capaz, mejor cambia de oficio.

¿Cuál es tu excusa para no darlo todo?

Lars Ulrich lo deja claro: pretextos, los justos. El resto es cuestión de coraje, autocrítica y de abrazar la verdad, aunque escueza. ¿Tienes aguante para mirarte a los ojos y confesar por qué te lanzas cada noche al escenario, al local de ensayo, al sótano mugriento de tus fantasías? Solo tú lo sabes, pero el reloj no se detiene. Que no te disperse la mediocridad. Y que jamás te aplaste la mentira. El metal sobrevive solo porque resiste la prueba del tiempo… y de la sinceridad.

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