¿Puede un grupo de metal seguir siendo “del pueblo” a pesar de llenar estadios y rodar documentales sobre sí mismos? Lars Ulrich dice que sí, y vaya si lo argumenta. Metallica, esos titanes que llevan cuatro décadas encendiendo los ánimos más salvajes, afirman que su fórmula es tan simple como brutal: no han dejado de ser fans, y en eso radica su secreto. Pero… ¿es posible?
Metallica: corazón de fan, alma de estadio
En el Mill Valley Film Festival de California no solo se presentó un documental. Ahí se celebró un auténtico aquelarre metalero con Lars Ulrich y el director Jonas Åkerlund como maestros de ceremonia. La película en cuestión, Metallica Saved My Life, no es otra oda más al ego de la banda –al menos no solo eso–. Es un testimonio crudo de cómo la música de Metallica arranca a la gente de la oscuridad, documentando historias desde 23 países y dejando claro que la conexión banda-público sigue tan viva como un primer riff de Master of Puppets.
¿Por qué Metallica sigue estando en la cima?
Ulrich tiene claro que la clave está en no dejarse arrastrar por la fantasía del estrellato. “Seguimos siendo fans. Cuando veo a la gente saltar y gritar, me veo reflejado en ellos. La diferencia está en que yo tengo el privilegio –y supongo que el karma– de estar subido en la batería. Nada más. El amor es el mismo.” Y sí, no es solo pose. Attitude pura.
44 años de tralla y ninguna señal de retirar el pie del acelerador
¿Quién demonios lo hubiera imaginado en los 80? Metallica rozando el medio siglo de vida y todavía llenando estadios, sin perder ni una pizca de esa energía bulldozer. Ulrich se confiesa abrumado por la magnitud de todo esto: “Si en el 83 nos hubieran dicho que en 2025 estaríamos aquí, viendo gente emocionada con nuestras historias, habríamos pensado que es una broma mala.” Pero lo cierto es que están más vivos que nunca, resilientes a modas, pandemias y hasta polémicas de TikTok.
Durante la premiere en México, el baterista se quedó sin palabras. Literalmente. “Ver tantas vidas cruzadas por nuestra música… fue como ver pasar mi existencia a toda velocidad.” Gente llorando, gritando, abrazándose. Esa intensidad solo la puede provocar el metal de verdad, del que nace cicatrices de guerra y abrazos entre completos desconocidos.
La gira M72 y el espíritu solidario
Y como si el ritmo frenético de estadio no fuera suficiente, los de San Francisco no han dejado de lado su lado más humano: el Dreamfest benéfico a favor del hospital UCSF Benioff Children’s Hospital, otra prueba de que Metallica no solo ruge, también abraza.
¿Demasiado grandes para seguir siendo “uno más”?
Muchos piensan que cuando tu grupo factura millones y tu camiseta la lleva incluso tu vecino hipster, eso de seguir siendo “fan” ya suena a pose. Pero Metallica insiste: nunca se han subido del todo al pedestal. Sus gestos, sus discursos y sus organizaciones solidarias apuntan más a rebeldes con causa que a vacas sagradas.
- El público no es un accesorio: es el motor y la razón de ser.
- La emoción jamás se fingió: Ulrich se muestra tocado, sin miedo a las lágrimas.
- La historia sigue: 44 años en el músculo y ni una gota menos de intensidad.
Conclusión: Metallica, ¿leyenda accesible o mito intocable?
En un mundo donde el rock a menudo se diluye en posturas y marketing vacío, Metallica sigue siendo, según sus miembros, tan fan como cualquiera de esos miles que les vitorean noche tras noche. Puede que seamos (todos) un poco incrédulos, pero… ¿y si es verdad? Tal vez ahí resida su magia: nunca dejaron de soñar como cuando eran solo chavalillos sudorosos frente a un póster. ¿Demasiado romántico? Quizá. Pero mientras esa batería suene como un trueno y las guitarras mastiquen el silencio, el metal seguirá vivo. Y Metallica, también.




