Tim Henson desvela cómo fueron los complicados inicios de Polyphia

¿Quién dijo que el éxito cae del cielo como un rayo y sin dolor? Si vives en el planeta tierra y tienes un mínimo de respeto por el metal progresivo moderno, seguro conoces a Polyphia. Ese torbellino instrumental que reescribe el significado de técnica y desenfado. Pero detrás de riffs imposibles y looks urbanos, la realidad ha sido áspera. Tim Henson, cerebro irreverente y virtuoso absoluto de Polyphia, lo admite sin filtros: «Estábamos reventados… y eso que acabábamos de arrancar». ¿Quieres saber de dónde viene esa energía salvaje que hoy levanta estadios? Bienvenido al lado menos glamuroso (y mucho más humano) del metal contemporáneo.

Polyphia: Cuando soñar casi se convierte en pesadilla

2015. Las carreteras de Estados Unidos no son tan glamurosas como Netflix te quiere vender. En vez de giras con catering deluxe y groupies a granel, Polyphia arrancaba su historia con la gasolina justa y una esperanza agotada. Un van que costó menos que una guitarra decente, avería tras avería, y los cuatro miembros durmiendo junto a la autovía. ¿Rockstars? Más bien supervivientes. “No sé si puedo seguir girando así. Quizá molaría más subir vídeos a YouTube y dejar de matarme”, confiesa Tim en sus memorias. Y es que muchos olvidan que el sueño de girar es, al principio, casi como una pesadilla recurrente.

Aquellas noches heladas en las que, con todo cerrado y la nevera emocional tiritando, la perspectiva del abandono era tentadora como un riff de Steve Vai. Tim estuvo a punto de tirar la toalla y cambiar el escenario por la pantalla, resignado ante el peso brutal de la precariedad, el cansancio y la incertidumbre. Pero —y aquí viene lo verdaderamente grande— Polyphia resistió.

Del abismo a la plenitud: un giro radical

Dicen que quien aguanta, gana. Y en el caso de Polyphia, la resistencia se tradujo en un cambio de chip absoluto. Ese grupo que dormía en parkings de mala muerte, ahora es punta de lanza del metal progresivo, arrastrando reproducciones a millones. El secreto ni es glamour ni milagro. Es testarudez y algo de locura.

Hoy, Polyphia está en plena ebullición creativa, componiendo su esperado quinto álbum, prometido como el más “pesado y mastodóntico” de toda su discografía. Ambicioso sí, pero sin promesas de fecha: ni Halloween, ni milagros de calendario, asegura Tim. Todo está cocinándose a fuego lento, en un proceso donde las colaboraciones y los giros experimentales pueden cambiarlo todo en cualquier momento.

La travesía continúa: triunfo, videojuegos y futuro a lo grande

Lo interesante es que el motor creativo de Polyphia no se limita a los discos. Su último tema, Let’s Go, fue creado expresamente para acompañar el videojuego de peleas 2XKO de Riot Games. ¿Energía incombustible? ¿Afán de explorar nuevos universos? Un poco de todo. Rabia juvenil, virtuosismo sofisticado y ganas de patear los límites del género. Así se explica que cada vez más seguidores —en Madrid, Monterrey, Londres o Osaka— les reconozcan como la avanzadilla definitiva del metal instrumental.

¿Quieres ver a Tim Henson soltando verdad y crudeza?

¿Fin o principio? El futuro según Polyphia

Lejos del conformismo y reacios a mendigar likes fáciles, Polyphia no tiene la menor intención de bajar el listón, ni de dormirse en los laureles. Los escenarios esperan y los prejuicios tiemblan… pero no te confundas: la verdadera gloria se cocina en el barro, en la noche eterna del que “casi lo deja todo”, pero decide rugir un poco más fuerte. Porque lo que Polyphia demuestra es que el triunfo en el metal —como en la vida— solo es dulce cuando ha tenido un sabor jodidamente amargo.

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