¿Te imaginas el choque de universos cuando el genio absoluto del cine Hans Zimmer decide invitar al guitarrista prodigio de Polyphia, Tim Henson, a reventar el estudio con riffs para la nueva peli de F1? Pues deja que te cuente cómo una guitarra puede convertirse en el motor de un blockbuster… y cómo este cruce va a dar mucho que hablar.
Tim Henson colisiona con Hans Zimmer: velocidad, precisión y locura creativa
Imagina a Tim Henson en la catedral de la música de cine, el mítico Studio A de Santa Monica. Con Hans Zimmer, el tipo que redefinió las bandas sonoras, dirigiendo la orquesta y señalándole: “tío, quiero que metas la directa”. Nada de postureo. Nada de redoble innecesario. Aquí se trata de capturar pura adrenalina y sonido de neumático mordiendo el asfalto, pero con cuerdas. Vértigo en formato plug-in.
Eso es lo que nos cuenta Henson sobre su experiencia en la BSO de F1, la nueva apuesta trepidante de Joseph Kosinski (sí, el mismo director que puso a Daft Punk a conquistar el cosmos en Tron: Legacy). “En cuanto Zimmer me enseñó la intro, supe lo que buscaba: esa tensión, esa guitarra comprimida y nerviosa, esa sensación de ir al límite antes de salir disparado de la curva”, recuerda Tim en una entrevista reciente con The Music Zoo.
Libertad total en casa del maestro: el paraíso (y la presión) del guitarrista
Te prestan el templo de la música, te llenan la sala de guitarras de colección y te dejan improvisar sin cadenas. “Me dejaron solo, medio estudio era una orgía de guitarras, y cuando terminé… Zimmer soltó un ‘es perfecto’ y se quedaron tan panchos”. Pero claro, alcanzar esa perfección requiere un nivel de improvisación, intuición y riesgo que solo un alienígena de la guitarra como Tim puede soportar. Hay que tenerlos cuadrados.
El sonido buscado era filoso, superdefinido, casi frío pero electrizante. Porque la música de F1 es eso: gasolina ardiendo, pero con la precisión de un quirófano. Un chute de energía programado para acelerar el pulso hasta en las butacas más lejanas del cine. Texturas alucinadas que recuerdan que Zimmer, aunque ya no sea el lobo solitario de los años 90, sigue buscando colaboradores que no se achanten.
Polyphia mete el turbo: nuevo álbum, más duro, más salvaje
Polyphia lleva quince años mutando, y el 2025 les encuentra justo donde cualquier banda soñaría: dormían en furgonetas destartaladas, y hoy les piden riffs para pelis de alto voltaje. El quinto álbum de los texanos viene, según el propio Henson, “más aplastante y pesado que cualquier cosa anterior”. Y de paso, toqueteando colaboraciones tan secretas y prometedoras como para hacernos salivar hasta Halloween, que es cuando pretenden tenerlo listo.
Entre estudio y carretera, tampoco dejan de colar experimentos chiflados. Como su reciente “Let’s Go” para 2XKO (sí, ese juego que va a petarlo en los eSports), donde meten arpegios afilados y bases siderales. Son el ejemplo de banda que ni teme a la reinvención ni al desmadre. Y menos cuando a su líder le piden que toque “con los dedos en carne viva”, como si estuviera jugando a toda velocidad con el destino de la película en sus manos.
El metal progresivo nunca fue tan mainstream
Algunos aún dicen que el metal progresivo es para raritos. Que solo los geeks pueden soportar temas instrumentales de diez minutos, con solos imposibles y cambios de ritmo cada dos compases. Pero, sinceramente, ¿quién más puede presumir de tener a Hans Zimmer apretando el botón de grabación para que tu guitarra suene en un taquillazo de Hollywood?
Mientras algunos dinosaurios del rock siguen anclados en las fórmulas de siempre, Polyphia confirma que la evolución es para valientes. Que lo que hace vibrar a un estudio de cine, puede reventar también en tus cascos. Riffs quirúrgicos, atmósferas de vértigo y la sensación de que, cuando se trata de explorar, este género solo ha calentado motores.
Guitarra en el ring, Hans Zimmer al volante… y Tim Henson preparado para despegar
La alianza Zimmer-Henson será recordada como el momento en que el metal progresivo se coló en la primera línea del gran espectáculo. Y avisa: si creías que escuchar a Polyphia era sólo para cuatro frikis del tapping, ahora tendrás que pelearte por una entrada en el cine. Porque la próxima vez que escuches rugir un motor a toda pastilla, igual lo que suena de fondo es una guitarra que nunca viste venir.