Slash revela el motivo por el que nunca le gustó Sweet Child O’ Mine y qué banda querían imitar

¿Alguna vez has odiado el éxito de tu propia canción? Muchos soñarían con crear un himno que cambie el curso del rock —pero, por increíble que parezca, esto no siempre es motivo de alegría. Que se lo pregunten a Slash, cuya leyenda en Guns N’ Roses convive con una confesión brutal: en realidad, nunca le moló *Sweet Child O’ Mine*. ¿Cómo puede uno abominar de su propio himno? Agárrate, porque detrás del mítico riff se esconde una historia de rechazo, dudas y, sí, una pizca de frustración rocker.

El duelo interno de Slash: de Motörhead a baladas (y vuelta)

No es un secreto para los locos del hard rock: Guns N’ Roses nació con una actitud gamberra, cuchilla en mano y corazón acelerado, siempre abrazando el caos más propio de Motörhead que de cualquier banda de melodías dulzonas. Pero, ¡zas! De repente, surge esa balada “irreal”, esa melodía que parte en dos la historia del grupo y dispara su fama mundial. Slash, el tipo del sombrero imposible, nunca encajó del todo aquel hit. Su relación con *Sweet Child O’ Mine* se parece más a la de un pintor que detesta el cuadro que más venden en los museos.

De hecho, la historia de ese riff es puro accidente. Una noche cualquiera, explorando los trastes, Slash se encuentra con unos acordes que ni siquiera tenía intención de refinar. Aquello era casi una broma, un calentamiento de dedos. Pero el tema creció, la banda se sacó de la manga la balada que nadie esperaba y, para colmo, se convirtió en su billete de oro a la historia.

Slash vs. las baladas… hasta que no hubo remedio

En más de una ocasión, el guitarrista ha bromeado —o no tanto— con eliminar la canción del setlist una vez por todas. ¿Por qué? Porque para él, la esencia de Guns N’ Roses debería sonar dura, salvaje, tan cruda como esos directos de Motörhead que te dejan los oídos chirriando tres días. Pero la realidad impuso los acordes que el mundo demandaba. Maldita sea.

¿Qué se cuece en la jungla ahora mismo? Guns N’ Roses no frenan

Vale, no han parado. Mientras la banda sigue pisando grandes escenarios y enloqueciendo estadios alrededor del planeta, también se vertebran nuevas ideas en el backstage. Slash acaba de soltar un bombazo: hay material fresco en el horno para un nuevo disco. El primero—ojo al dato—con el trío clásico Axl Rose, Duff McKagan y él mismo desde 1993. Casi nada.

El proceso, cómo no, arrastra el toque impredecible de esta banda: ni planes milimetrados ni fechas de entrega, todo a salto de mata y cuando la inspiración decida aparecer con resaca. Pero según el propio Slash, *se viene algo gordo*. Y los fans —muchos veteranos, unos cuantos renacidos— ya se preparan para cocinar su ansia con rumores, memes y alguna polémica.

¿El futuro? Tinta fresca, cuerdas oxidadas y la misma actitud

A estas alturas, es imposible saber si el nuevo material conseguirá la misma magia incómoda de *Sweet Child O’ Mine*. ¿Buscarán repetir el truco o romperán la fórmula que tanto, y tan poco, ha amado su guitarrista? Poco importa, porque la banda sigue siendo ese animal encantado y salvaje, mitad leyenda, mitad desastre necesario del rock. Y si el próximo himno termina por convertirse en otra “cruz para cargar”, seguro que a Slash le tocará asumirlo… una vez más, como buen antihéroe de la guitarra.

¿Todavía no te quieres creer cómo suena aquel polémico temazo?

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